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¿A que me atengo con el Señor?
Una increíble revelación de la misericordia de Dios

(Where Do I Stand with the Lord?)
(An Incredible Revelation of Gods Mercy)


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Por David Wilkerson
13 de octubre del 2003
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Éxodo 33 presenta una paradoja. El versículo 11 nos dice: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.” Y solo unos versículos después leemos: Dijo mas: “no podrás ver mi rostro; porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo.” (33:20). Esto significa literalmente, mi rostro no será visto.

¿Que debemos hacer con esto? Un versículo nos dice que Moisés vio el rostro del Señor. Pero otro dice claramente que nadie puede ver el rostro de Dios y sobreviva.

En realidad, Moisés no había mirado el rostro del Señor. En lugar de eso, este versículo se refiere a una intimidad increíble que Moisés compartía con Dios. Habla de entendimientos y revelaciones que el Señor le dio a Moisés, por su unión. Moisés pasaba días enteros en la presencia de Dios, buscando conocerle. Y las Escrituras dicen que el Señor conocía a Moisés como su amigo (33:11). Esto nos dice que Moisés vio a Dios (o le conocía) como ningún ser humano lo haya hecho antes. Moisés estaba obteniendo un conocimiento íntimo y un entendimiento del corazón de Dios, por el tiempo de calidad que pasaba con él.

Ahora, todo esto tomo lugar en un momento crítico en la historia de Israel. Los israelitas habían cometido un pecado blasfemo contra el Señor. Ellos habían derretido todas sus joyas y habían formado un ídolo en la forma de un becerro dorado. Y ellos adoraron el ídolo, bailando alrededor de él con delirio satánico.

Sin embargo, la idolatría de Israel tenía que ver con más que la adoración del becerro de oro. La gente también escondía pequeños ídolos en sus tiendas y los adoraban en secreto. Las Escrituras nos dicen: “Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfan, figuras que os hicisteis para adorarlas.” (Hechos 7:43).

Todo esto provoco la ira de Dios. El le dijo a Moisés, “Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma;” (Éxodo 32:10). Es importante notar aquí que Moisés no había pecado con Israel. El había estado en la montaña con el Señor todo ese tiempo. Aun más Moisés se responsabilizo de las acciones del pueblo. Como líder de Israel, el se identifico con el pecado del pueblo, declarando: “Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro.” (32:31).

Moisés sabía que el Señor tenía derecho a consumir a todo el campamento. Pero esto creaba un problema. Después de todo, los israelitas eran la nación escogida por Dios. Los sacerdotes y levitas eran ministros ordenados por el, y el Señor estaba en un pacto con ellos. Así que Moisés trato de razonar con Dios, diciendo: Si, Señor, este es tu pueblo. Y ellos cometieron una horrible blasfemia. Tú no les ha mostrado nada sino amor, pero ellos pecaron en el mismo rostro de tu gran luz.

Pero, Señor, ellos aun son tu pueblo; y si tu los cortas, estaremos arruinados. No tenemos otro lugar donde ir; no tenemos a quien volvernos, ninguna esperanza. Mejor seria que caváramos nuestros propios sepulcros, sentarnos allí, y esperar la muerte.

Piensa en el dilema que esto le presentaba a Moisés. El conocía de primera la naturaleza pecaminosa de Israel; el corazón del pueblo estaba dado a deslizarse. En sus últimos días, Moisés les recordaba, desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes a Jehová. (Deut. 9:7). Aun mas, Moisés estaba al tanto de su propio pecado. Aunque el no se inclino ante el becerro de oro, el sabia que su propia rectitud humana no era aceptable a la vista de Dios.

Ahora, mientras Moisés enfrentaba este dilema, el estaba atribulado. Es como si el estuviera diciendo: Señor, tu tienes todo derecho para juzgarnos en el instante. Quizás yo haría lo mismo, si fuera tú. Pero tengo un problema; algo de esta crisis me preocupa.

Tú dijiste que me conocías por nombre. Tú conoces cada uno de mis movimientos, mi levantar y mi sentar. He compartido una intimidad contigo y he hallado gracia en tus ojos. Pero, Señor, estoy en una crisis como nunca antes. Y hay algo que desconozco acerca de esta situación. Es algo muy importante y tengo que saberlo.

Si he hallado algún favor en tus ojos, entonces por favor, muéstrame como eres hacia tu pueblo cuando lo encuentras en pecado. Muéstrame a que me atengo ahora en esta crisis. ¿Aun soy tu amigo? ¿Aun estoy en tu gracia? Estamos nosotros, tu pueblo, ¿aun en tu buena gracia? Te he visto cuidar de nosotros a través de toda prueba. Pero no te conozco ahora, en esta crisis presente. No se como reaccionaras a nuestro pecado.

En esta escena, Moisés representa más que el líder de Israel. El representa al pueblo de Dios que ha pecado hasta el alto cielo. (Igualmente, su propio pecado lo condenaba a los ojos de Dios. La Escritura dice que todos hemos pecado y quedamos destituidos de la gloria de Dios.)

Finalmente, Moisés clamo: “te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca,” (Éxodo 33:13). El hebreo original aquí lee: Muéstrate a ti mismo, con la palabra mismo traducida como corazón. Moisés esta diciendo: “Dios, tengo que conocer tu corazón. Necesito una nueva revelación de tu gloria. Tú tienes que mostrarme algo de ti aquí, para arreglar mi teología. No se como acercarme a ti en esta clase de crisis. No se como buscarte por gracia, ni siquiera como creerte por ella.


¿Que sucede cuando amantes de Jesús
son descubiertos en un pecado inmundo?


Como Moisés, puede que hayamos compartido gran intimidad con Dios. Pero es posible manchar esa intimidad y provocar su amistad. Puede que seamos bendecidos con grandes revelaciones, pero hemos pecado contra la luz que recibimos. Se nos ha mostrado gran amor, pero hemos pecado en la cara del mismo. Ahora un grito urgente surge en nosotros: Señor, muéstrame como eres en esta clase de crisis. Tengo que conocer este lado tuyo. Si soy sorprendido por el pecado si levanto un becerro dorado en mi corazón--¿Como reaccionaras hacia mí?

En nuestra crisis, nuestra conciencia es golpeada con culpabilidad. Muy profundo, todo lo que podemos oír es la misma voz de ira que Moisés escucho: Déjame solo. Te voy a consumir y te echare fuera. Vez tras vez, te tome en mis brazos. Te cargue a través de cada situación desesperada. Yo fui un Dios amante y cuidadoso contigo. Pero tú has fallado deliberadamente y gravemente. Y ahora me doy por vencido contigo. Encontrare un siervo fiel que ande en mis caminos. Cambie de idea hacia ti. No te quiero mas, oveja rebelde.

En resumen, enfrentamos el mismo dilema que enfrento Moisés. Moisés conocía a Dios como su amigo. Pero él no sabia como Dios era cuando enfrentaba el pecado en su propia congregación.

Esta escena nos muestra que no es suficiente conocer a Dios como un amigo intimo. Ves, en el lado humano de esta relación, un amigo puede traicionar esta relación. Por un lado, Moisés pudo decir: Conozco a Dios como mi amigo; y se como reacciona a mis necesidades. El ofrece provisión, como lo haría cualquier amigo. Y cuando oro responde con misericordia.

Pero ahora Moisés enfrentaba esta pregunta: Y ahora, cuando encuentro un becerro dorado en mi vida. ¿Que sucede cuando traiciono la confianza de mi intimidad con el Señor? ¿Estaré aun en su favor? El es santo y puro, y he roto la unión de pacto con el. ¿Como quedo ahora a los ojos de mi amigo herido?

Si, he hablado cara a cara con el. He pasado mucho tiempo con el, y hemos compartido una increíble intimidad. Pero eso solo hace que mi fracaso se vea peor. He pecado terriblemente y he contristado su Espíritu. ¿Como reaccionara hacia mí? Señor, muéstrame quien eres, no solamente cuando las cosas van bien entre nosotros. Cuando he rebelado y pecado, ¿Como responderás? Si no tengo esta revelación no sabré a que atenerme contigo.


No puedes saber a que atenerte
con el Señor hasta que conozcas
su naturaleza.


Existe una revelación de Dios que todo cristiano debe entender plenamente. Tu tienes que saber como el va a tratar contigo cuando hayas pecado.

Moisés sabia todo acerca de como Dios trataba con los malos. El vio en temor santo como el Señor reacciono con terrible juicio hacia la dureza del Faraón. Dios destruyo el ejército de Egipto porque había tocado a su ungido. Moisés vio de primera mano como Dios odiaba el pecado.

El también vio como el Señor reacciono a la fe y la obediencia. Moisés miro mientras Dios dividía el Mar Rojo en forma sobrenatural para que su pueblo cruzara con seguridad. De esta manera, Moisés conocía a Dios como libertador.

Además, Moisés conocía a Dios en su santidad. El Señor le había hablado de una zarza ardiente, diciendo: Moisés, Moisés, quítate el calzado. Estas sobre tierra santa.

Pero ahora, en esta crisis presente, Moisés no conocía al Señor. El no estaba familiarizado de ninguna manera con la naturaleza de Dios en tal situación. Moisés se dio cuenta que esto ya no se trataba de intimidad. No se trataba sobre cuantas horas el había orado, o cuan fructífero había sido, o cuan fielmente había servido. Cualquier cosa que el conocía de Dios en el pasado no importaba aquí.

Ahora se trataba de quien Dios es cuando el pecado irrumpe en sus hijos. Moisés tenía que conocer algo mas acerca de la naturaleza del Señor, algo que diera esperanza. Él tenía que tener una verdad mas profunda de Dios, algo que traiga al pueblo de nuevo a su presencia, de nuevo a su abrazo amoroso.

Moisés no lo sabia, pero Dios estaba a punto de llevarlo a una revelación mayor de su gloria y naturaleza. Esta revelación ira más allá de la amistad, más allá de la intimidad. Es una revelación que Dios quiere que toda gente herida conozca.

El Señor le dijo a Moisés que le iba a mostrar su gloria: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamare el nombre de Jehová delante de ti;” (Éxodo 33:19). Entonces dijo: “No podrás ver mi rostro; porque no me vera hombre, y vivirá. He aquí un lugar junto a mí, y tu estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.” (33:20-22).

La palabra hebrea para gloria en este pasaje significa mi propio ser. Dios le decía a Moisés, “Yo mismo pasare cerca de ti.” El original hebreo de Helen Spurrell lo interpreta de esta manera: “Te esconderé en la hendidura de la peña, y te defenderé con la protección de mi poder hasta que yo haya pasado.”

El Señor estaba diciendo, en esencia: Si, me has fallado. Pero te voy a poner en un lugar donde estarás seguro. Ese lugar esta dentro de la peña; y quiero que te quedes allí. No albergues duda y temor. Estoy a punto de darte una revelación de quien soy.


Dios revela su gloria,
misericordia y protección.


A esto se refiere Pablo cuando dice que estamos escondidos en Cristo. Cuando le fallamos a Dios, cuando pecamos gravemente contra la luz, no debemos entretenernos en nuestra condición caída. Al contrario, debemos correr rápidamente a Jesús, para ser escondidos en la roca. Pablo escribe: “nuestros padres todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.” (1 Corintios 10:1, 4).

Regresemos a la escena; Dios hizo una hendidura en la roca, y aseguro a Moisés en ella. El le dijo a su siervo, Yo mismo pasare al lado tuyo. Y te voy a mostrar mi corazón. Entonces sabrás quien soy, una vez por todas. Veras la imagen plena de mi naturaleza. Y conocerás mi corazón hacia ti en tiempos de fracaso.

Como Moisés, tenemos que saber lo que significa estar seguros en la hendidura de la roca. De otra manera, correremos del Señor cada vez que le fallamos. Dios nos promete, tan solo no voy a esconderte en un lugar seguro; te voy a cubrir allí y voy a protegerte. Estarás completamente seguro, aun en la presencia de mi santidad. Ves, existe otro lado de mi naturaleza que tienes que conocer.

Has pecado en gran manera; pero quiero que corras hacia mí en tristeza santa. Te asegurare con mi mano hasta que recibas una revelación clara de mi gracia y misericordia. Quiero que veas y entiendas quien soy. Pero, como Moisés, tienes que desear esta revelación. Debes clamar: Señor, muéstrame tu gloria.

También déjame indicar aquí que Moisés también había quebrantado las leyes de Dios. Cuando el bajó de la montaña y vio al pueblo bailando desnudo alrededor del becerro dorado, el ardió con ira. El tomó las tablas de piedra sobre las cuales Dios había escrito los Diez Mandamientos y las hizo añicos. “Ardió la ira de Moisés, y arrojo las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.” (Éxodo 32:19).

Esto no era una ira santa. Fue la ira ardiente y humana de un hombre encolerizado; y era pecado. Las Escrituras describen a Moisés como un siervo de Dios manso y humilde. Pero cuando este mismo siervo vio el pecado del pueblo, perdió los estribos violentamente. Y literalmente quebró la ley de Dios, quebrando las tablas.

Como ministro de Dios, esto pone en mí un temor santo. Me dice que no me atreva a ir contra el pecado en la casa de Dios en mi propia ira humana. Cada vez que quiera vengarme con celo carnal, para revelarle a la gente solo la ira de Dios, estoy quebrando la ley de Dios. En lugar de eso, debo correr a la roca. Tengo que recibir una revelación de la gloria de Dios, sus tiernas bondades. Debo dirigir a su pueblo a un lugar de su misericordia y protección.

La próxima escena muestra a Moisés todavía actuando en ira. El hizo polvo al becerro dorado; y obligó al pueblo a beberlo con su agua. Luego el condenó públicamente a su hermano Aarón, el sumo sacerdote. El estuvo tan atormentado por la culpa y el temor que clamo: “No se enoje mi Señor” (En Ingles: Que no arda la ira de mi Señor.) (32:22).

Hasta ese momento, Moisés solo había visto la ira de Dios. El fue testigo como el Señor había tratado con el pecado. Pero aun no había vista la bondad de Dios revelada. Moisés aun no tenía una imagen completa del corazón de Dios hacia su pueblo. Y por eso, el tergiversó al Señor, lo mal representó ante el pueblo. El estaba predicando un evangelio a medias. Como dice Santiago: “porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” (Santiago 1:20).


No debemos mal representar
el carácter de Dios.


La Biblia no dice si el Señor aprobó la ira de Moisés aquí. Pero, ¿que dijeron a Israel las acciones de Moisés? Y, ¿que dijeron al mundo pagano? Esa gente débil pensaría, Entonces así es Dios cuando su pueblo peca. Si tú eriges un becerro dorado, el vendrá contra ti con ira y enojo. El te hará tomar agua amarga; y matara a tu familia y te echara a un lado.

No, ¡nunca! Tal concepto de Dios no esta completo; y solo causa miedo. Como ministro del Señor, yo se que no puedo predicar la ira de Dios sin predicar su misericordia también. Si, el Señor es justo, y si, el odia el pecado. Hay una ira de Dios; pero el también es Dios de amor. El es misericordioso, paciente, compasivo y perdonador.

Moisés estaba actuando en celo humano solamente. El hizo todas estas cosas sin la revelación de la misericordia de Dios. El tronó su mensaje: Yo estoy del lado del Señor. Vengan a mi los que han pecado. Estoy a punto de ir ante el Señor, y quizás haga expiación por sus pecados (ver Éxodo 32:30).

La Biblia dice que esta es la misma razón por la cual Dios no permitió que Moisés entrara en la Tierra Prometida. Moisés representó mal la naturaleza, el carácter, y la gloria de Dios. Y el Señor le dijo a este santo, manso y precioso ministro: “por cuanto pecasteis contra mi en medio de los hijos de Israel veras, por tanto, delante de ti la tierra; mas no entraras allá, a la tierra quedo y a los hijos de Israel.” (Deut. 32:51-52).

Aquí aparece cuan seriamente el Señor toma este asunto de representarlo mal a él. Moisés no presento a Dios en su plenitud, como un Padre que mezcla su ira con misericordia. Y eso hizo que Moisés no entrara en la tierra de la promesa. El Señor señalo: “porque no me santificasteis en medio de los hijos de Israel.” (32:51).

Pedro trata este asunto cuando el escribe: “santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.” (1 Pedro 3:15). Exactamente, ¿que esta diciendo Pedro?

Sencillamente: No representes mal a Dios en tu corazón. En otras palabras: Establece en tu corazón de una vez por todas el asunto del carácter de Dios. Esta es la única manera en que podemos conseguir un fundamento para nuestra esperanza. Ves, si no sabemos como Dios reacciona hacia sus hijos tanto en tiempos fructíferos como en tiempos de rebeldía, ¿Como podemos compartirlo con los demás con precisión? Solamente lo presentaremos como un juez severo, porque no lo conocemos como Padre amante.

La esperanza que hay en vosotros. (3:15). Pedro esta diciendo: La razón por tu esperanza es que tuviste una experiencia con el Señor. Le fallaste miserablemente; erigiste un becerro de oro en tu vida; pero luego regresaste a la roca. Te escondiste en la hendidura, donde sentiste su mano protectora; y probaste su perdón, misericordia y amor. El te trajo de nuevo a sus brazos; y el te ha restaurado, haciéndote crecer en el. Ahora conoces al Señor no solo como un Dios santo, sino como un Padre misericordioso.

Ahora establece esta verdadera revelación de la gloriosa naturaleza de Dios en tu corazón. Es el mismo motivo de tu esperanza. Tú sabes que si alguna vez eres sorprendido o alcanzado por el pecado, no tienes que alejarte de Dios. No tienes que entretenerte con la culpabilidad. Puedes volver en contrición, escondiéndote en la roca. Allí encontraras toda la misericordia y el amor que necesitas.

Así que, ¿cual fue la gran revelación que Dios le dio a Moisés acerca de si mismo? ¿Cual es la verdad acerca de el que debemos santificar en nuestros corazones? Es esta:

“Y Jehová dijo a Moisés: prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, Y pasando Jehová por delante de el, proclamo: ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; (Éxodo 34:1-2, 6-7).

Aquí estaba la mayor revelación, la imagen total de quien Dios es. El Señor le dijo a Moisés: Sube a esta roca en la mañana. Te daré una esperanza que te guardara. Te mostrare mi corazón como no lo has visto antes. ¿Cual era el corazón de Dios? ¿Cual fue la gloria que Moisés vio del Señor?

Aquí esta la gloria: un Dios que es misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado.

Cristo es la expresión plena de aquella gloria. Ciertamente, todo lo que esta en el Padre esta personificado en el Hijo. Y Jesús fue enviado al mundo para traernos esa gloria. En los tiempos de Moisés, por supuesto, Cristo aun no fue encarnado, aunque el estaba en Dios. Pero vemos que todo lo que Dios proclamo aquí acerca de su naturaleza esta personificado en Jesús. Cristo es misericordioso y piadoso, lleno de verdad, puro y justo, pero perdonando el pecado.

Ahora, preguntas, Y ¿que del ultimo versículo? Dios dice que no absolverá al culpable. ¿Como puede ser esto, si el es misericordioso y piadoso? El versículo lee de esta manera: (Yo) de ningún modo tendré por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. (Éxodo 34:7)

Dios esta diciendo, en esencia, “Aquí esta mi gloria: te ofrezco misericordia, gracia, amor y perdón en abundancia. Pero si tu rechazas esta gloria, si endureces tu corazón, amas tu pecado, y te niegas a correr hacia mis y no te arrepientes rápidamente y confías en mis promesas de pacto para mantenerte entonces eres culpable del mayor de los pecados. Me habrás rechazado; te habrás alejado de mi abrazo amante.

El hecho es, no hay sanidad fuera del abrazo de Jesús. Puedes testificar que tienes gran intimidad con el Señor, de orar mucho, de recibir poderosas revelaciones. Pero, ¿has santificado a Cristo en tu corazón todavía? ¿Conoces la esperanza de su abundante misericordia en tiempos de fracaso y rebeldía? ¿Puedes hablarle de esta esperanza a cualquiera que te pregunte? ¿Puedes testificar de haber sido restaurado por Jesús después que te inclinaste a un becerro de oro? ¿Puedes ofrecer a otros la misma esperanza, que ellos pueden correr a Cristo como tú lo hiciste?

Puedes preguntarte: ¿Que sucede con creyentes dados a pecar que echan mano de esta revelación de Cristo en su gloria abundante? ¿Si ellos reciben su misericordia y son restaurados, seguirán en pecado? ¿Hará esta revelación del abundante amor que ellos tomen el pecado ligeramente?

Solo tenemos que mirar la respuesta de Moisés a esta maravillosa revelación. Lo que este hombre hizo después impacta mi alma en gran manera: “Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad. (Éxodo 34:8-9).

Moisés raídamente cayó sobre su rostro y adoró. El recibió una visón poderosa de la increíble misericordia y amor de Dios. Y ahora se levantó en el una hambre renovada de la presencia del Señor. De repente, hubo un clamor mayor en su corazón por perdón. Y el comenzó a admitir su pecado libremente, y a interceder por el pueblo.

¿Que causo este cambio? Fue la revelación de la misericordia de Dios. Fue una verdad poderosa acerca del corazón amante del Padre. Moisés supo que fue perdonado. Me pregunto si después el se pregunto, ¿Por que no llame a Aarón calladamente para confrontarlo? ¿Por que saque la espada tan rápidamente? Si tan solo tuviera la revelación de la gloria de Dios, entonces.

Esta es la manera como el Señor respondió al clamor de Moisés: “He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y vera todo el pueblo en medio del cual estas tu, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo.” (34:10). El hebreo original en esta ultima frase se traduce, Con toda seguridad es el temor de Dios que pondré en ti (Helen Spurrell).

Dios estaba diciendo, Tus mejores días están por delante, Moisés. Voy a hacer milagros en medio de mi pueblo. Y lo que yo haré pondrá un temor santo en ti, como también en aquellos a tu alrededor. Sencillamente, la revelación de la gloria de Dios producirá temor santo.

Querido santo, santifica esta revelación de la misericordia de Dios en tu corazón. Te aseguro por el ejemplo de Moisés que no te llevara al pecado. De hecho, si realmente aceptas el amor abundante del Señor, te moverá a adorar. Oraras: Señor, ¿Que clase de Dios eres tu que me amas a pesar de mi fracaso? ¿Que clase de Dios me encontrara en mi pecado y me llevara a la hendidura de la roca? O, ¡que Dios sirvo! Quiero que el mundo sepa de ti.

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