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¡El poder de la presencia del Señor!
(The Power of the Lord's Presence!)


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Por David Wilkerson
7 de Diciembre del 1998
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Este mensaje es acerca del poder todopoderoso de la presencia de Dios – ¡y cómo podemos apropiarnos de ese poder! Las Escrituras proveen ejemplos interminables de cómo la presencia de Dios le da poder a sus hijos para vivir para él. Y uno de los más poderosos de estos ejemplos se encuentra en la vida de Moisés.

Moisés estaba convencido que sin la presencia de Dios en su vida, era inútil que él intentara cualquier cosa. Cuando él habló cara a cara con el Señor, el dijo, “…Si tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí.” (Ex. 33:15). Él estaba diciendo, “Señor, si tu presencia no esta conmigo, entonces no iré a ninguna parte. ¡No daré un solo paso si no estoy seguro que estas conmigo!”

Moisés sabia que era la presencia de Dios en Israel que distinguía al pueblo de otras naciones. Y lo mismo es cierto de la iglesia de Jesucristo hoy en día. Lo único que nos distingue de los incrédulos es que Dios “esta con nosotros” – dirigiéndonos, guiándonos, obrando su voluntad en y a través de nosotros.

A Moisés no le importaba como otras naciones recibían su dirección, formaban sus estrategias, dirigían sus gobiernos o sus ejércitos. Él dijo, “Nosotros operamos en un principio. La única forma en que podemos ser guiados o gobernados, para hacer guerra y sobrevivir en esta tierra, ¡es teniendo la presencia de Dios con nosotros!

“Cuando la presencia del Señor esta en nuestros medios, nadie nos puede hacer daño. Pero sin él, somos impotentes, reducidos a nada. Deja que todas las naciones de este mundo confíen en sus ejércitos poderosos, sus carros de hierro, sus soldados amaestrados, y sus armas nuevas. ¡Nosotros confiaremos en la presencia manifiesta de nuestro Dios!”

Esta es la forma en que Dios contesto la audaz declaración de Moisés: “…Mi presencia irá contigo, y yo te daré descanso.” (verso 14). ¡Que increíble promesa! La palabra hebrea para “descanso” aquí es “un descanso tranquilo y confortable.” Dios estaba diciendo, “¡No importa los enemigos o las pruebas que enfrentes, siempre podrás encontrar un descanso tranquilo en mi!”

Piensa en esto: Si una iglesia tiene la presencia manifiesta de Dios en sus medios, no habrá ajetreo ni bullicio, sudor o lucha. Las reuniones de adoración no serán apuradas, con tres canciones, una ofrenda y un sermón corto. Al contrario, habrá un paz calmante, un descanso tranquilo – ¡y todos los que entren por las puertas lo sentirán!

Por supuesto que esto no quiere decir que una iglesia no experimente alabanzas estrepitosas o adoración exuberante. Por el contrario, creo que esas cosas son el resultado de un pueblo que esta en descanso. Un cuerpo que tiene la presencia de Dios en sus medios vivirá, se moverá y adorara con una confianza tranquila en el Señor en todo tiempo.

Lo mismo es cierto para todo cristiano individualmente. Si tienes la presencia de Jesús en tu vida, experimentarás el orden divino de Dios. Tendrás una paz y una calma, sin apuro o ansiedad, sin correr de un lado a otro buscando consejo, sin sentirse sin fundamento. ¡Vivirás en descanso, sabiendo que Dios tiene todo bajo control!


El antiguo testamento está repleto de recuentos de las
bendiciones maravillosas que vinieron sobre aquellos
que tuvieron la presencia de Dios con ellos


Considera estos ejemplos del antiguo testamento de la bendición que la presencia de Dios trajo a las vidas de sus seguidores:

  • La presencia de Dios era tan evidente en la vida de Abrahán, hasta los impíos a su alrededor reconocieron la diferencia entre sus vidas y la de él: “…Abimelec…habló a Abrahán, diciendo: Dios está contigo en todo lo que haces;” (Gen. 21:22). Este rey impío estaba diciendo, “Abrahán, existe algo diferente en ti. ¡Dios te guía, te preserva y te bendice dondequiera que vas!”
  • Dios le prometió a Josué que ningún enemigo podría enfrentarse contra él mientras la presencia de Dios estaba con él: “Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti. Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré. Sé fuerte y valiente,…” (Josué 1:5-6). Cuando el Espíritu de Dios esta presente con nosotros, podemos ser fuertes y valientes – ¡porque ningún enemigo puede hacernos daño!
  • Dios le dijo a Gedeón. “…¡El Señor está contigo, guerrero valiente! …Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel…” (Jueces 6:12, 14). La frase “la fuerza” en este verso se refiere al verso anterior – “el Señor está contigo.” ¿Puedes ver lo que Dios está diciendo? “Gedeón, hay un poder en ti que es tan poderoso, que puede salvar a Israel. ¡Y ese poder es mi presencia!” Las Escrituras revelan a Gedeón como un cobarde – así que, ¿por qué Dios le llamó “guerrero valiente?” ¡Es porque Dios quería demostrarle a Gedeón lo que cualquier persona puede hacer cuando la presencia del Señor esta con él!
  • Dios le advirtió a Jeremías que la nación entera se volvería contra él y rechazaría sus profecías. Sin embargo, Dios prometió, “…pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estoy contigo para salvarte y librarte…” (Jer. 15:20). Dios estaba diciendo, “No importa si un país entero se pone en contra tuya, Jeremías. Lo único que importa es que mi presencia esta contigo. ¡Ten confianza, yo estoy contigo!”

Estos pasajes del antiguo testamento no son historietas de letras muertas. Su propósito es animarnos y exhortarnos a buscar la presencia de Dios en nuestras vidas. Podemos dar gracias a Dios por lo que su presencia hizo por Abrahán, Josué, Gedeón, Jeremías y todo Israel. Aun así, cada uno de nosotros tiene un poderoso testimonio de lo que la presencia de Dios ha hecho por nosotros – guiando nuestras vidas, abriendo puertas, quitando obstáculos, derritiendo corazones, y haciéndonos intrépidos.

He visto esto demostrado en mi vida. Dirás, “¡te estas gloriando!” ¡No – el hecho es, que la presencia de Dios ha estado conmigo a pesar de mí mismo!

Cuando comenzamos Times Square Church en la ciudad de Nueva York diez años atrás, la presencia de Dios emanaba de nosotros en todo lo que hacíamos. Recuerdo la vez que entré en la oficina de un famoso productor de obras de teatro en Broadway en busca de un teatro para usarlo como iglesia. Las secretarias y demás empleados se burlaron de mí; sus palabras y actitudes me aseguraron que un humilde ministro como yo no conseguiría la cita. En efecto, hasta pensé que me echarían. Pero entonces el productor salió de su oficina – ¡y cuando me vio, me invito adentro!

Durante las semanas siguientes, el productor y yo comenzamos a conocernos. A veces me miraba de su escritorio y decía, “No sé por qué paso tanto tiempo con usted. Mi agenda esta completamente llena.” ¡Pero cada vez que entraba a la suite de sus oficinas, su secretaria me pasaba adelante de todos los demás visitantes, diciendo, “Pase adelante, Reverendo – él lo está esperando!”

Con el tiempo, este hombre nos vendió su gran teatro para la Iglesia de Times Square. Aun mientras firmaba el contrato de venta, decía,, “¡No sé por qué estoy haciendo esto!” Fue tan solo la presencia del Señor que lo movió a que nos vendiera ese edificio. ¡Solo unos años después que hicimos el trato, él y sus abogados nos rogaban que se lo vendiera de vuelta!

También vi como Dios cambiaba el corazón de la gente. El hombre que era dueño del edificio al lado del nuestro rehusaba vendérnoslo como un anexo. Pero al pasar el tiempo se hizo amigo mío, y eventualmente nos vendió el edificio. Todo el tiempo me decía, “¡Alguien allá arriba esta trabajando para usted!”

Este es el poder de la presencia de Dios. Y todo cristiano puede testificar en la misma forma: “¡La presencia de Dios conmigo ha hecho grandes cosas!”


Existe una condición para conseguir y mantener
la presencia de Dios en nuestras vidas.


Dios da una condición a su presencia en nuestras vidas. Esta condición se encuentra en 2 de Crónicas 15. En el capitulo anterior, el rey Asa había dirigido los ejércitos de Judá a una gran victoria contra el ejército de un millón de hombres de Etiopía. Sin embargo, Asa testificó que fue la presencia de Dios que dispersó al enemigo:

“Entonces Asa invocó al Señor su Dios, y dijo: Señor, no hay nadie más que tú para ayudar en la batalla entre el poderoso y los que no tienen fuerzas; ayúdanos, oh Señor Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre hemos venido contra esta multitud… Y el Señor derrotó a los etíopes delante de Asa…” (2 Crónicas 14:11-12).

Mientras Asa y sus ejércitos tomaban la delantera en la procesión triunfal de regreso a Jerusalén, un profeta llamada Azarías los encontró a la entrada de la ciudad con este mensaje de Dios: “Oídme, Asa y todo Judá y Benjamín: el Señor estará con vosotros mientras vosotros estéis con él. Y si le buscáis, se dejará encontrar por vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará. Y por muchos días Israel estuvo sin el Dios verdadero, y sin sacerdote que enseñara, y sin ley. Pero en su angustia se volvieron al Señor, Dios de Israel, y le buscaron, y él se dejó encontrar por ellos.” (15:1-4).

Este es el secreto de conseguir y mantener la presencia de Dios en tu vida. El Señor le recordó a Asa, claramente, sin rodeos: “Asa, nunca olvides como conseguiste esta victoria. Me buscaste con todo tu corazón, te volviste a mí completamente, cuando estabas en problemas – y yo te envié mi presencia. ¡Fue mi presencia que hizo huir a tus enemigos!”

Ahora Azarías le estaba diciendo a Asa, “Recuerdas, ¿cómo estaba el reino antes que tomaras el poder? Todo estaba descentrado, sin ley, sin dirección, sin enseñanza recta. ¡Todos eran una ley a sí mismos, haciendo como les pareciera!”

Esta es una imagen correcta de muchos hogares cristianos en la actualidad. Todo esta fuera de orden, sin autoridad, paz o descanso. Todos hacen como les place. Muchas de las tales familias se han convertido en desordenes trágicos y disfuncionales.

Sin embargo, no tiene que ser así. Ningún hogar cristiano tiene que permanecer disfuncional. Las promesas de Dios no cambian y su palabra promete, “Por el resto de tu vida – mientras continúes buscándome – yo estaré contigo. ¡Cada vez que clames a mí, siempre seré hallado por ti!”

Esta no es una teología complicada. Sencillamente, si ambos, esposo y esposa – o uno de los dos – están buscando del Señor, no hay necesidad para que su hogar este agitado o “sin ley.” Cualquiera puede tener la presencia del Señor, si el o ella sencillamente buscan de él.

“…el Señor estará con vosotros mientras vosotros estéis con él….” (15:2). La palabra hebrea para “estáis” o buscar aquí es “matsa,” que significa, “su presencia que viene a capacitar, a bendecir.” En resumen, este verso nos dice, “Busca al Señor con todo tu corazón, y él vendrá a ti con su presencia. ¡Ciertamente, su presencia será un poder todopoderoso que emanará de tu vida!”


Según las Escrituras, nuestra mayor preocupación
es seguir buscando de Dios, para asegurar su
presencia con nosotros.


Dios hace su pacto de gracia con cada creyente. Este pacto está incorporado en promesas tales como, “Dios ha puesto en Cristo la iniquidad de todos nosotros.” “Jesús se convirtió en maldición por nosotros.” El no nos dejará ni desamparará.”

Aun, Dios también asegura ciertas promesas especiales para aquellos que determinan buscarle con todo sus corazones. Una de esas promesas es el pacto de la presencia de Dios. No obstante, este pacto es estrictamente condicional. Las escrituras aclaran que si nos atenemos a la regla de este pacto, gozaremos de increíbles bendiciones de la presencia de Dios en nuestras vidas. Y esto no se refiere tan solo a asuntos de salvación. Habla de ser tal buscador de Dios que su impresionante presencia es derramada sobre nosotros – ¡y es vista y conocida por todos!

Dios reveló este pacto de su presencia a través de un profeta anónimo quien le llevó un mensaje a Elí, el sumo sacerdote de Israel. En ese tiempo, Elí estaba descarriado. El Señor le había hablado, advirtiéndole en contra de permitir pecado y compromiso. Pero Elí ignoró todas las palabras de Dios. Y ahora, este profeta anónimo le dijo a Elí, “…Por tanto, el Señor, Dios de Israel, declara: “Ciertamente yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí para siempre”; pero ahora el Señor declara: “Lejos esté esto de mí, porque yo honraré a los que me honran, y los que me menosprecian serán tenidos en poco.” (1 Samuel 2:30).

La frase “tenidos en poco” tiene que ver con Dios quitando su presencia. Esto no significa que una persona está maldecida, sino más bien que tendrá que caminar por el poder de su propia carne. Dios le estaba diciendo a Elí, “Mi intención fue bendecir tu casa, darte favor. Pero me has menospreciado, haciéndote suave con el pecado y permitiendo que tu lujuria me eche a un lado. ¡Ahora quitare mi presencia de ti!”

Muchas personas vienen a Cristo con un gran desborde inicial de fe. Sin embargo, al pasar el tiempo su celo se gasta, y comienzan a descuidar al Señor. Menosprecian sus mandamientos y vuelven a sus viejos caminos de pecado. Mas ellos aun creen que la presencia de Dios permanece sobre ellos. ¡No – ese es un gran engaño, una mentira, una ilusión! La Biblia aclara: ¡Si tu lo dejas, él te dejará a ti!

Las promesas de Dios nunca fallan. Pero algunas – como el pacto de su presencia – son absolutamente condicionales. Requieren algo más que nuestra cooperación. Por supuesto, Dios nunca nos abandonará ni dejará de amarnos. Pero si continuamos en pecado, su presencia no estará con nosotros – y nuestras vidas no serán instrumentos de su poderosa presencia. ¡Viviremos según la carne – luchando, pataleando, sin poder ni dirección!


Sólo cuando la presencia de Dios está sobre
nosotros podemos contemplar, ver
y comprender su gloria.


Cuando Israel estaba en el desierto, Dios manifestó su presencia a través de una nube. Esta nube fue una manifestación física del juramento de Dios de estar con su pueblo. Bajaba y cubría el tabernáculo de noche y de día. Y actuaba como su guía para cada tarea. Cuando la nube se movía, ellos se movían, y cuando se quedaba, ellos se quedaban. El pueblo no necesitaba un comité para averiguar su dirección o futuro. Ellos ponían su confianza en la nube visible de la presencia de Dios.

En la actualidad, esa misma nube de la su presencia ronda sobre tu habitación secreta de oración. Espera todos los días para envolverte en su paz. Te guiará, te dará poder y paz. Y te dará dirección detallada para tu hogar, tu trabajo y relaciones.

Tu habitación secreta puede ser dondequiera – en la ducha, en el bus camino a tu trabajo, en tu trayecto al trabajo. Puedes cerrar todo lo demás y decir, “Señor, tengo media hora ahora mismo. Te amo, Jesús, y te adoro. ¡Esta es mi habitación secreta contigo!”

Es algo maravilloso estar encerrado con Dios, desarrollando una vida de oración consistente. Dios promete que mientras te conviertes en un siervo que le busca y ora, su presencia saldrá como fuente en tu vida – cerrando y abriendo puertas y obrando su orden divino a tu alrededor. Mas sin embargo, algo mayor que esto sucederá: ¡la presencia de Dios te llevará a una revelación de su gloria!

Existe una diferencia entre la presencia de Dios y su gloria. Muchos cristianos conocen su presencia – su gran obra en sus vidas – pero pocos conocen su gloria. Éxodo, nos ofrece un vislumbre a esa diferencia: “Entonces la nube cubrió la tienda de reunión y la gloria del Señor llenó el tabernáculo.” (Ex. 40:34).

El apóstol Pablo escribe que el cuerpo de todo creyente es el tabernáculo de Dios: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Cor. 3:16). Como los israelitas que vivían bajo la nube de la presencia de Dios, nosotros estamos constantemente bajo la cubierta de la gracia de Dios. Mas sin embargo, ¿cual es la diferencia entre contemplar la presencia de Dios y contemplar su gloria?


El Señor le dio a Moisés una
revelación de su gloria.


Moisés buscaba de Dios por una manifestación contínua de su presencia: “…que yo te conozco…” (Ex. 33:13). Y Dios le contesto, “…Mi presencia irá contigo, y yo te daré descanso.” (verso 14).

La petición de Moisés sería más que suficiente para la mayoría de los creyentes. Todos queremos la presencia de Dios – dirigiéndonos, guiándonos, dándonos poder y bendiciéndonos. Realmente, ¿qué más puede desear cualquier creyente? Mas sin embargo, teniendo la seguridad de la presencia de Dios no fue suficiente para Moisés. Él sabia que había algo más. Y el clamó, “…Te ruego que me muestres tu gloria.” (verso 18).

Dios le mostró su gloria a Moisés. Pero no apareció en alguna nube luminosa ni en un temblor de tierra como demostración de poder. No, Dios expreso su gloria en una revelación sencilla de su naturaleza: “Entonces pasó el Señor por delante de él y proclamó: El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado,…” (34:6-7). ¡La gloria de Dios fue una revelación de su bondad, misericordia, amor y compasión!

He escuchado a muchos cristianos decir, “Oh, como la gloria de Dios descendió en nuestra iglesia anoche! Hubo una alabanza tan increíble y la gente caía por el Espíritu.” Pero eso no es prueba de la manifestación de la gloria de Dios. No tiene nada que ver con Dios mas allá de las emociones humanas. ¡No incluye una revelación de quien él es!

Algunos pueden discutir, “pero, y, ¿qué de la experiencia de los discípulos en el Monte de la Transfiguración? ¿No era esa una manifestación de la gloria de Dios? Hubo una luz imponente y la aparición milagrosa de Moisés y Elías.”

Pero la gloria de Dios no estaba en Moisés o Elías ni en la luz espectacular. Mas bien, su gloria estaba en Jesús: “…y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.” (Mt. 17:2-6).

Dios estaba diciendo, “aquí está mi gloria personificada – en Cristo!” Ciertamente, Jesús es el cumplimiento de todo lo que Dios dijo que él era para Moisés – lleno de gracia, misericordioso, paciente, abundante en bondad y verdad, el que guarda misericordia a millares, perdonando la iniquidad y la transgresión de pecados. Y ahora el Señor está diciendo, “Aquí está una imagen viva de mi gloria. ¡Todo está personificado en mi hijo!”

He escuchado a algunos cristianos decir, si el Señor tan solo me diera una visión de los horrores del infierno, nunca lo dejaré. ¡Viviría para Jesús todos los días!” No – esa clase de visión no mantiene a nadie. Solo una visión de quién es Jesús – de su gloria, gracia y misericordia – nos mantendrá santos. Conozco a un hombre que estaba cerca de la muerte y experimentó esta clase de visión infernal. Después, juró que dedicaría su vida a Cristo. Pero después de varias semanas esa visión murió, y él volvió a sus caminos de pecado.

Dios quiere abrir nuestros ojos a “…cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,…” (Efesios 1:18). Él está diciendo, “Toda la gloria que le revelé a Moisés está personificada en mi hijo. Y ahora te lo he entregado como tu herencia. ¡Tienes derecho a conocerle en toda su gloria!” “Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en él,” (Colosenses 2:9).

¿Por qué Moisés busco una visión de la gloria de Dios desesperadamente? Yo creo que la razón se encuentra en este verso: “Y me encontraré allí con los hijos de Israel, y el lugar será santificado por mi gloria.” (Ex. 29:43). La palabra “santificado” aquí significa “hecho limpio.” Dios estaba diciendo, en otras palabras: “Moisés, mientras tú y el pueblo me adoren, me reuniré contigo y te daré mi presencia. ¡Y cuando te revele mi gloria, te limpiaré!”

Este es uno de los versos más poderosos en todas las escrituras. Ofrece esperanza a cualquiera que lucha con un pecado acosante y anhela estar libre y limpio. Dios promete, “Tu templo será limpio por la revelación de mi gloria. Y esa revelación esta disponible para ti ahora mismo – ¡en mi hijo, Jesucristo!”

¿Dónde podemos encontrar esa revelación de Cristo? ¡La encontramos solamente cuando vamos a las escrituras! Pablo dice que mientras permitimos que la palabra de Dios refleje en nosotros una revelación creciente de Jesús, seremos cambiados de gloria en gloria: “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.” (2 Cor. 3:18).

Esta revelación de la gloria de Dios provee poder de mantenimiento a nuestra vida: “…porque sobre toda la gloria habrá un dosel;…” (Isaías 4:5). En otras palabras, la gloria de Dios nos mantendrá limpios en la peor hora de nuestra vida. Satanás nos podrá mentir, “¡Estas vencido! Eres un falso, un mentiroso, un adúltero.” Pero podemos contestar, “No, diablo. Yo tengo un sumo sacerdote – ¡y soy limpio por la visión de su gloria!”

Cuando Dios le reveló todas estas cosas a Moisés de su naturaleza, también le dio la revelación completa que él, “…y que no tendrá por inocente al culpable…” (Ex. 34:7). Azarías le profetizó al rey Asa en su hora más próspera, “Si tu menosprecias la gloria de Dios – si tu excusas tu pecado y descuidas al Señor – el no te limpiará!” “…el Señor estará con vosotros mientras vosotros estéis con él. Y si le buscáis, se dejará encontrar por vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará.” (2 Cron. 15:2).

Lo que Dios nos está diciendo aquí es tan sencillo: “¡Toma tiempo para conocer a mi hijo! Escudriña mi palabra y búscame en tu habitación secreta de oración. Entonces, mientras habitas en mi presencia, tus ojos comenzarán abrirse a mi gloria. Todo está revelado en Cristo. Él es la revelación plena de mi amor, gracia, misericordia y bondad.

“Mientras reflexiones continuamente en esta revelación, te limpiará y purificará – porque serás cada vez más como Jesús. Mientras ves cuán amoroso y misericordioso que él es contigo, serás más amoroso y misericordioso con los demás. ¡Y esa será mi gloria revelada en tí!”

Amado, deja de buscar una señal. Deja de esperar que alguna fuerza sacuda el edificio de tu iglesia, o que algún predicador te imponga las manos y solucione todos tus problemas. ¡Busca al Señor a solas! Su palabra lo dice claro – o disfrutarás de su contínua presencia o la menospreciarás: “Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo…” (16:9).

Búscale con todo tu corazón y desea su presencia diariamente en tu vida. ¡Entonces conocerás y experimentarás la increíble gloria de Dios!

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