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¡El testimonio del Señor a las naciones!
(The Lord’s Testimony to the Nations!)


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Por David Wilkerson
31 de mayo del 1999
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"Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mateo 24:14).

Muchos en la iglesia actual intentan determinar la proximidad del regreso de Cristo leyendo las señales de los tiempos. Vemos tales señales en eventos particulares—por ejemplo, el regreso de los judíos a Israel. Mas aún una de las declaraciones más claras que Jesús hace acerca de su segunda venida se encuentra en el versículo de arriba: El fin vendrá sólo después que el evangelio ha sido predicado a todas las naciones–como testimonio.

La palabra que Jesús usa para “testigo” en este versículo es la misma palabra griega usada para “testimonio.” Significa, literalmente, “prueba del hecho.” Cristo está hablando aquí no sólo de predicar el evangelio, sino de presentarlo como un testimonio. En resumen, él dice, el evangelio que predicamos sólo es eficaz si se apoya en una vida que testifica de su realidad.

Usted pensaría que en América, una nación llena de miles de iglesias evangélicas, habría un testimonio fuerte del evangelio. Sólo en una gran ciudad del sur, hay mas de 2,000 iglesias evangélicas, una con una membresía de más de 15,000 personas.

Pero muchas de tales iglesias han comprometido el verdadero evangelio de Cristo. El divorcio esta desenfrenado en sus congregaciones. Y muchos de sus jóvenes solteros llevan vidas permisivas, activas sexualmente. ¿Cómo puede ser esto, se pregunta? El hecho es, que aún con toda la predicación evangélica en muchas de estas mega-iglesias, hay muy poco testimonio del Señorío de Cristo en las vidas de las personas para respaldarlo. No son verdaderos testigos para la ciudad o la nación.

Claro, que hay excepciones. En la ciudad particular en la que estoy pensando, sé de un puñado de jóvenes ministros que han comenzado a pasar mucho tiempo sobre sus rostros ante el Señor. Ahora, cuando ellos pronuncian la palabra de Dios, hablan con poder y autoridad. El evangelio que predican esta respaldado por un testimonio de intimidad con Cristo y un caminar santo. Y están comenzando a ver la diferencia en las vidas de los congregantes.

También pienso en un pastor bautista que una vez planeó construir un edificio nuevo. Su congregación estaba creciendo rápidamente, y él había comenzado a estudiar el movimiento de igle-crecimiento. Pero entonces su esposa fue movida a orar y buscar al Señor, y pronto el pastor estaba haciendo lo mismo. Rápidamente dejó sus sueños de grandes números y empezó a ser un testimonio de lo que predicaba.

Para un sermón reciente, el pastor preparó una pantalla grande en el frente de la iglesia. Dijo a su congregación, “el Espíritu de Dios ha estado hablándome acerca de los pecados de esta iglesia. “¡Y hoy vamos a verlos delante de nuestros propios ojos!”

Entonces el pastor transmitió pecado tras pecado en la pantalla—fornicación, adulterio, alcoholismo, abuso de drogas, pornografía. Entonces comenzó su sermón: “No vamos a comenzar a construir una iglesia grande ahora mismo. Tenemos que enderezar el tabernáculo viviente de Cristo antes que podamos hacer algo más. ¡Tenemos que vivir este evangelio primero!”

Hoy el Espíritu de Dios se está moviendo poderosamente en esa iglesia. ¡Las personas están acudiendo al Señor en masa, enderezando sus vidas—porque están oyendo un evangelio con un testimonio que le respalda!

Quedo asombrado y perplejo por la cantidad de ministros, jóvenes y viejos, quiénes recorren el mundo buscando estrategias para producir crecimiento en sus iglesias. Hoy, muchos predicadores asisten a seminarios, convenciones y “depósitos de ideas” dónde jóvenes ministros profesionales usan graficas y encuestas para mostrarles cómo construir iglesias más grandes. Otros ministros acuden en masas a “campañas de avivamiento,” esperando aprender nuevos métodos de cómo hacer para que el Espíritu Santo caiga sobre sus congregaciones.

Ahora mismo, sociedades misioneras están enviando más obreros que nunca antes. Su clamor de concentración ha llegado a ser, “¡Tenemos que conseguir más mano de obra en el campo misionero! Se necesitan mas hombres y mujeres calificados para ganar las naciones para Cristo.”

Pero muchos de los misioneros que son enviados están regresando a casa dentro de unos pocos años. Han sido vencidos, desanimados, agitados por las fuerzas demoníacas en esas naciones extranjeras. ¿Por qué? ¡Sus vidas no encajaban con el evangelio que predicaban! Nunca desarrollaron un conocimiento de personal del señorío de Cristo o de la llenura del Espíritu Santo.

Amado, toma más que nuevas ideas o estrategias para tocar las naciones para Cristo. ¡Todos nuestros planes son en vano si Jesús no está entronizado en cada área de nuestras vidas!


¡Esto es una tragedia en un tiempo
cuando las fuerzas del Anticristo
están llegando a gran poder!


Sin embargo, Dios nunca baja la guardia por lo que pasa en nuestro mundo. Él no está sorprendido por la plaga de la droga terrible o el baño de sangre del aborto. Así que, ¿cuál es su respuesta en este tiempo de tumulto y depravación? ¿Qué propone como antídoto a la apostasía y el creciente poder demoníaco? ¿Qué hará Dios en tal tiempo de ruina?

Su respuesta es la misma de siempre—para traer la victoria de Cristo de una manera renovada. Dios siempre ha respondido levantando a un remanente fresco de hombres y mujeres que serán un testimonio puro de su poder salvador y santificante. Y la verdad es la misma hoy. ¡Su plan es traer hacia esta escena de actividad del anticristo un cuerpo de vencedores, separados, llenos de Cristo—hombres y mujeres piadosos que vivirán en sumisión total a su gobierno y señorío!


¡Nosotros vemos este modelo a
lo largo de la Biblia!


Considere la situación de Israel en Egipto. La nación de Dios estaba en ruina increíble, con la apostasía extendida. Satanás tenía a Israel bajo su talón, manipulando los poderes políticos del día para hacer leyes contra ellos y perseguirlos. El enemigo estaba ridiculizando y burlando el testimonio de Dios en la tierra.

Era una hora oscura en la historia de Israel. Y con el tiempo en el pueblo crecía el desánimo. Comenzaron a deslizarse, entregándose a los placeres y la sensualidad de Egipto. La idolatría y la fornicación llegaron a ser desenfrenadas. La situación de Israel parecía sin esperanza. La fe de la nación estaba muriendo lentamente.

¿Cuál fue la respuesta de Dios a este poder creciente de oscuridad? ¿Avivó los imperios circundantes para actuar como su vara contra Egipto? ¿Incitó una guerra civil entre los egipcios? ¿Envió ángeles vengadores? No—Dios no hizo tal cosa. Tenía un plan totalmente diferente. ¡En lugar de eso, puso su mano en un solo hombre, levantando a Moisés!

Moisés era un hombre de oración, totalmente encerrado con Dios. Dijo no a los placeres, comodidades y tentaciones de Egipto, viviendo en cambio bajo la guía total del Espíritu Santo. No tenía ninguna agenda o ambición propia. Se despojó de toda su habilidad humana, confiando en el gran YO SOY como su sola provisión y recurso. Y vino de la tierra santa, con una visión personal de la santidad de Dios.

Así que, en la hora más oscura de la historia de Israel, cuando parecía que el pueblo de Dios sucumbía al enemigo, el Señor levantó en medio de todo esto a un hombre que actuaría como un testimonio. Y este hombre derrumbó una nación entera mientras levantaba a otra. ¡Dios lo hizo todo a través de un hombre!


Vemos este mismo plan personificado
en Samuel.


Aquí vemos otra generación de apostasía, depravación y decadencia. En ese tiempo, el arca se había ido de Israel. Elí, el sumo sacerdote de la nación, era perezoso y complaciente, permitiendo a sus hijos corromper el sacerdocio. Bajo su liderazgo, el adulterio y fornicación estaban desenfrenados en el templo. Pero Elí estaba tan acostumbrado a su vida de comodidad, que no hacía nada para detenerlos.

En un momento dado el Señor escribió la palabra “Icabod” sobre todo el sistema religioso, significando que, “El Espíritu del Señor había partido.” Una vez más, las fuerzas satánicas se habían levantado con gran poder. Y al ojo natural, la obra de Dios había perdido mucho terreno, las probabilidad de recuperación parecían improbables.

Pero el Señor tenía un hombre escogido desde el principio—un niño llamado Samuel. Mientras todos los ministros alrededor de él eran indulgentes en la fornicación y la glotonería, Samuel estaba aprendiendo a oír la voz de Dios. Y mientras él tenia más intimidad con el Señor, el Espíritu Santo lo llenó con una palabra profética. ¡Él llegó a ser un testimonio—la prueba viviente del poder de Dios!

La escritura dice que mientras Samuel creció, ninguna de sus palabras cayó a la tierra—significando que, él habló de forma consistente con poder y autoridad. Y debido a su autoridad piadosa, ninguna nación pudo alzar una mano contra Israel por más de cuarenta años.

Una vez más, el Señor levantó a un solo hombre como testimonio a una nación entera. Dios no necesitó ningún ejército, ninguna organización humana, ninguna “cosa nueva.” ¡Todo lo que necesitó fue un hombre justo—alguien cuyo ministerio estaba comprometido totalmente a su manera santa!


Vemos este mismo modelo en los
tiempos de Nehemías.


En los días de Nehemías, los muros de Jerusalén estaban en ruinas, la ciudad era un literal montón de piedras. Y la iglesia estaba totalmente en decadencia, no había quedado ningún testigo. Los poderes malignos alrededor de Israel les perseguían severamente, burlándose de todo el trabajo que ellos intentaron emprender.

¿Cómo respondió Dios en tal tiempo de ruina? ¿Envió un ejército bien entrenado de Shushan para ayudarles? ¿Envió un guardia del palacio que golpeara con violencia a sus enemigos prominentes? No, de nuevo Dios levantó un solo hombre—Nehemías.

Aquí estaba un hombre con la carga de Dios en su corazón. Nehemías pasó su tiempo orando, ayunando y lamentando, porque estaba quebrantado por la condición de Israel. Profundizó también continuamente en la palabra de Dios, empuñando la profecía y moviéndose en el Espíritu.

Aunque Nehemías sirvió como el copero del Rey Artajerjes, permaneció separado de toda la maldad que lo rodeaba. En medio de toda la sensualidad, inmoralidad e impureza que tenía lugar en Israel, el mantuvo un caminar santo con el Señor. Y, a su vez, todos los que le oían predicar eran purificados en el alma.

Pronto un avivamiento de santidad barrió la tierra. “Los sacerdotes y los Levitas se purificaron, y se purificó el pueblo, y las puertas, y los muros” (Nehemías 12:30). La casa de Dios también fue purificada, con todo lo carnal echado fuera. Nehemías envió obreros al templo, diciéndoles, “Quiero cada pedazo de suciedad fuera de aquí. No dejen nada que tenga que ver con idolatría o sensualidad. ¡Sáquenlo todo y quémenlo!”

¡Amados, éste es el concepto de Dios de avivamiento! Es barrer por todas partes, cada cámara de nuestro corazón que está sucio y sin santificar. ¡Él no quiere que dejemos ningún lugar oscuro!

¿Dónde consiguió Nehemías tal autoridad espiritual, para hacer temblar a los comprometidos, y para traer temor piadoso al templo? El rey no se lo dio. Ningún obispo de la iglesia se lo dio. No lo aprendió de ninguna escuela bíblica.

No, Nehemías obtuvo su autoridad sobre sus rodillas—llorando, quebrantado, queriendo conocer el corazón de Dios. Y porque era un hombre de oración, pudo confesar los pecados de la nación entera: “...esté atento tu oído a la oración de tu siervo que hago ahora delante de ti día y noche...y confieso los pecados de los hijos de Israel...yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos...” (1:6-7).


¡Existe un relato impresionante de apostasía y
decadencia en el tiempo de Ezequiel--y en tales
tiempos, Dios busca a uno, que será su testimonio!


Israel en los días de Ezequiel era obsceno y orgulloso. Los hombres cometían abominaciones con las esposas de sus vecinos e incluso mancharon a sus nueras. Los profetas que una vez fueron santos se deslizaron, llegando a ser amantes del dinero y ya no discernían entre lo santo y lo profano. Y los líderes de la nación se volvieron lobos rapaces, buscando ganancias deshonestas, derramando sangre, hablando mentiras y molestando al pobre. ¡Todo suena tan similar a nuestros tiempos!

Israel se olvidó tanto de los caminos de Dios, que el Señor les dijo, “¡La casa de Israel ha llegado a ser como escoria para mí!” La nación estaba tan débil, mundana e impotente que Dios les hizo el hazmerreír al mundo secular. Él dijo, “...por consiguiente yo le he hecho un reproche a los paganos, y una burla a todos los países” (Ezequiel 22:4).

¡Qué acusación! Dios le estaba diciendo a Israel, “¡Has despreciado tanto las cosas santas, entregándote completamente a la lujuria, que voy a despojarte de tu testimonio!”

El profeta Ezequiel era un hombre mayor en este tiempo, a punto de morir. Así que, ¿cómo trato Dios con la situación? Le dijo a Ezequiel, “Busqué un hombre entre ellos, que construyera vallado, y estuviera de pie ante mí por la tierra, para que yo no la destruyera: pero no lo hallé” (versículo 30).

Imagínese—el destino de Israel descansaba en si Dios podía encontrar un hombre justo en quien confiar. Aún le dijo a Ezequiel, “...pero no lo encontré. Por consiguiente, he derramado mi indignación sobre ellos...” (versículos 30-31).

Dios dijo lo mismo al profeta Jeremías: “Recorred las calles de Jerusalén...buscad...a ver si halláis un hombre, si hay alguno que haga justicia que busque verdad; y yo la perdonaré” (Jeremías 5:1). Él le dijo al profeta, “Perdonaré a la nación entera si puedo encontrar sólo un hombre que esté de pie en la brecha. ¡Todo lo que necesito es un alma que esté rendida totalmente a mi voluntad!”

Amados, hoy oímos las voces de Babel en la iglesia clamando por formas más relevantes y contemporáneas de alcanzar el mundo. Y tantos programas extraños y carnales son probados. Sin embargo, en mis muchos años de ministerio, he visto estos tipos de programas que vienen y van. Cuentan totalmente en aplacar la carne; no tiene nada que ver con la cruz. Las multitudes que atraen viven vidas vacías, vidas irrealizadas, nunca han sido expuestas al evangelio de separación del mundo y su lujuria. El mundo se burla de estos programas, reconociéndolos como simple tontería.

Cualquier ministro o promotor puede desarrollar tal desperdicio. Una persona incluso puede vivir como el diablo e implementar programas aparentemente piadosos. En efecto, todo lo que necesitas es una mente aguda y estrategias de un ejecutivo para construir una mega-iglesia. Aún si lo haces apartado de Dios—sin su justicia o santidad—será un hedor en sus fosas nasales. Es un evangelio sin respaldo de un verdadero testimonio. ¡No tiene poder para liberar!

También he notado a través de los años que mientras más deslizado esta el predicador, más se vuelve al evangelio del entretenimiento y las “nuevas obras” para atraer a las multitudes. Y confía en números y finanzas para juzgar su propio éxito. ¡Pero no hay ningún testimonio acompañando tales obras—porque son de otro evangelio, otro Jesús!

Un pastor verdaderamente piadoso tiene sólo una meta en su ministerio: ¡No dar ningún descanso a su alma hasta que haya coronado a Jesús Señor en cada área de su vida—y traerse a sí mismo y sus ovejas bajo el reino gobernante del Espíritu Santo!


¡Cualquier persona cuya vida es un testimonio
del poder sustentador del evangelio llegará a ser
un blanco principal de la ira de Satanás!


Si tiene hambre y sed por la plenitud de Cristo, Satanás le declarará la guerra. Cuando él ve evidencias de que su compromiso es real—su diligencia en la oración, su rechazo del yo—usará toda arma del infierno para tratar de destruir su testimonio. ¿Por qué? ¡Ese testimonio es la respuesta de Dios a la apostasía y la ruina!

De esto se trata el horno ardiente en la historia de Daniel. Satanás inventó un plan detallado para destruir el único testimonio del poder de Dios que quedaba en Babilonia. Culminó en un horno candente, para matar toda prueba viviente de la verdad del evangelio de Dios.

Tres jóvenes israelitas piadosos sirvieron en las altas oficinas gubernamentales en Babilonia—hombres que eran testimonios visibles del evangelio que predicaban. Se habían separado del estilo de vida sensual de Babilonia, comprometiendo sus vidas a la oración. Estos tres hombres no eran profetas o sacerdotes, sino simplemente laicos. Y permanecieron fieles a Dios y puros de corazón en medio de las masas idólatras.

Claro, esto inspiró la rabia de Satanás, y entró en el corazón del rey maligno de Babilonia. Inmediatamente el rey erigió una gran estatua dorada y la declaró el dios oficial de la nación, un objeto para ser adorado. Entonces convocó a cada oficial y siervo de cada nación bajo el control de Babilonia, para presentarles la nueva religión. Cuando la música de ceremonia comenzó, todos tenían que inclinarse ante este nuevo dios.

Satanás también incitó al rey a erigir un gran horno de ladrillo y atizarlo para que las llamas candentes fueran visibles a todos. Pregunto --¿Por qué Satanás hizo esto? Ciertamente sabía que no había gobernador, juez o alguacil en cualquier parte en Babilonia que resistiría el nuevo decreto. No necesitaban ser seducidos o amenazados.

De hecho, todos ellos deben haber enmudecido, preguntándose, “Eh, ¿quién quiere mecer el barco o perturbar las cosas? La hemos pasado bien—tenemos prosperidad, comida y bebida, la buena vida. Y esta nueva religión es fácil para el alma. ¿Quién querría dejar todo esto?”

Así que, ¿de qué se trataba este horno ardiente? Era totalmente la obra de Satanás—una manipulación aparejada por él para destruir a los tres jóvenes laicos. ¡Él quería destruir el único testimonio restante de Dios en Babilonia!

El diablo fue tan lejos como para corromper un rey y su gobierno entero sólo para llegarse tres hombres. Creó una situación tan severa, con tan gran peligro que nadie en su propia fuerza humana—incluso los piadosos jóvenes—podría enfrentarlo sin desmenuzarse.

Aún así, al primer sonido de la música, no se inclinaron. ¡Satanás se enfureció con esto! Entonces, de la boca del rey salieron estas horribles palabras, “...y ¿qué Dios es ese que los librará de mis manos?” (Daniel 3:15). “...calienten el horno...siete veces más de lo acostumbrado” (verso 19).

Ahora el diablo tenía a los siervos de Dios en su vista, amenazando, “¿Quiénes piensan ustedes que son, que pueden escapar al destino que les he puesto? ¡Voy a derribarlos y a destruir su testimonio completamente!”

Igualmente hoy, el calor que enfrentamos es muchas veces más caliente de lo que era hace una generación. Por ejemplo, Satanás ha preparado la tecnología entera de nuestra era--corrompiéndola con seducción, sensualidad, lujuria y tentación. ¿Por qué enfrentamos hoy tal horno candente de tentación? ¿Por qué son la lujuria y el sexo usados para vender cada tipo de producto concebible? ¿Por qué hay cientos de páginas pornográficas en el internet? ¿Quién es el blanco de este diluvio de suciedad?

Ciertamente no son las masas malignas--aquellos que ya son hijos de Satanás, según la escritura. No es el mundo secular que ya ha sido seducido. No, el blanco de Satanás no es ninguno de éstos. Más bien, él ha manipulado los medios de comunicación para cazar los corazones de cristianos vencedores. ¡Él quiere debilitar y destruir el testimonio del evangelio!

Ahora mismo el horno está siendo calentado siete veces más en las vidas de muchos creyentes. Satanás ha creado situaciones en sus hogares, en sus trabajos y en sus relaciones que son más intensas que nunca. Y muchos, una vez cristianos fuertes, están rindiéndose, dejando a Dios. Ya no oran por ayuda. En cambio, piensan, “¡Mi prueba es demasiado intensa para que sobreviva!”


¡Alabado sea Dios, estos tres hombres
guardaron su testimonio y aplastaron
el plan de Satanás!


Dios volvió la confabulación del diablo en una oportunidad para exponer a la nación entera de Babilonia a su testimonio. Porque los tres jóvenes laicos no se inclinaron, el Señor los liberó. ¡Y trajeron a la nación una clara manifestación del Señor Jesucristo!

El rey de Babilonia testificó, “...¿No lanzamos a tres hombres atados en medio del fuego?..yo veo cuatro hombres sueltos, caminando en medio del fuego, y no tienen ninguna herida; y la forma del cuarto es como el Hijo de Dios” (Daniel 3:24-25).

De repente, el rey anuló su primer decreto de adoración al ídolo. Y emitió rápidamente este nuevo decreto: “Por consiguiente, hago un decreto, que todo pueblo, nación, y lengua, que hable algo errado contra el Dios de Sadrac, Mesac, y Abednego será cortado en pedazos, y sus casas serán hechas muladar: porque no hay otro Dios que pueda liberar después de esto” (versículo 29).

Amado, todo pasó por causa del testimonio de tres hombres—amantes justos de Dios que estaban dispuestos a entregar sus vidas en fe. ¡Estos tres obreros y hombres humildes fueron responsables de cambiar las leyes de la tierra!

Sí, las cosas se van a poner calientes económica, física, mental, espiritualmente y en toda otra manera. Pero Dios ya ha puesto su mano en hombres y mujeres piadosos, separados en todo lugar. Y su evangelio será predicado como testimonio.

¡Entonces el Señor vendrá!

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